Receta de la Señora Celsa

Este es por excelencia el dulce favorito de mi papá a quien se le hacía agua la boca con solo ver a la Señora Celsa esmechar la calabaza del cabello de ángel en el fregadero de mi casa una mañana soleada cualquiera con su tenedor de cocinar viejito.

Dulce de Cabello de Ángel con piña

No sé muy bien por qué, pero una de estas noches antes de dormirme ella llegó a mi pensamiento: Celsa (o Señora Celsa como la llamábamos todos en mi casa) fue la tercera abuela que la vida me regaló. Me dormí con su imagen en mi cabeza y las lágrimas en la almohada recordando la última vez que nos vimos.

La Señora Celsa llegó a mi familia cuando mi mamá ni siquiera tenía amores con mi papá, por allá en el año 1978. Ella era de un pueblito al Oriente del país llamado Güiria, en el estado Sucre, pero vivía cerca de Caracas en Catia la Mar, un pueblo al Oeste del estado Vargas. Todas las mañanas se levantaba antes que el sol para venir a Caracas en transporte público y trabajar en nuestra casa. 

Vivió acompañando y siendo parte de mi familia desde la soltería de mi mamá, los primeros amores de mis padres y posteriormente su matrimonio, mi nacimiento, toda mi infancia y la de mi hermana y sufrió mi adolescencia… Pocas personas pelearon tanto conmigo en aquellos años por querer hacer de mí una adolescente derechita. Ella tuvo en mí la misma potestad de una madre o una abuela. Cuando llegaba del colegio rapidito me mandaba a quitarme el uniforme, recoger la mochila de dondequiera que la hubiese dejado tirada y lavarme las manos para sentarme a comer.

Tostada con queso fresco y dulce de Cabello de Ángel

Conforme se fue haciendo mayor sus frases fueron más persistentes, por ejemplo, cuando me quejaba de lo que había para comer siempre me repetía “Cuando llegue el armagedón vas a comer raíces” a lo que yo le contestaba que entonces para ese momento ya me lo plantearía. Por otra parte si halagaba lo buena que estaba la comida diciendo “Mmm, está divino” ella me respondía diciéndome que “Divino solo es Dios” y así nos pasábamos la vida.

Era Testigo de Jehová pero igualito me daba la bendición todos los días cuando se la pedía diciéndome “Jehová te bendiga”. Siempre se sentaba conmigo a leer de algún libro, revista o folleto que traía de su iglesia y no intentaba inculcarme otra cosa que su elevados y correctos valores morales: que respetase a mis padres y a mis mayores, que agradeciese todas las bendiciones que tenía mi vida, que comiese mejor, que fuese generosa… Me enseñó a rezar como siempre ella lo hacía antes de comer con nosotros para agradecer los alimentos. Me enseñó que el significado de familia no tiene nada que ver con el código genético que compartas o no con una persona sino con el amor sin condiciones y el compromiso. Y, lo más importante de lo que me enseñó a través de su ejemplo es que la familia es esa que está siempre y que ríe contigo tus éxitos y tus alegrías así como llora contigo tus tristezas.

Según pasaban los años y las arrugas surcaban su lisa y oscura piel, así como aparecían también las canas en su rizado cabello corto, venía menos días a casa, aquel trayecto era largo para ella y la edad no perdona. La enfermedad tampoco. 

Tostadas de pan Challah con queso Philadelphia y cabello de ángel

La Señora Celsa estuvo batallando por años con una leucemia que fue deteriorando su salud sobre todo durante los años que yo viví en Nueva York. Cuando terminé mis estudios allí y volví a Caracas por unos meses antes de emigrar a España, intentamos vernos en un par de oportunidades sin éxito. Sin embargo, ella no se dio por vencida y quiso verme antes de que me fuese nuevamente. El pueblito donde vivía está muy cerca del aeropuerto, así que quedamos por teléfono en que iría a acompañarnos mientras yo esperaba para embarcar. Cuando nosotros llegamos al aeropuerto ella ya estaba allí, haciendo la cola kilométrica para el check-in de mi vuelo. Llevaba un bastón, no lo olvidaré nunca porque siempre tuve la imagen de ella como una mujer fuerte, aguerrida, fiera y esa ya no era su imagen. Estaba enterita, eso sí. Me dijo “vine a verte y a despedirte porque para la próxima vez que tú vengas yo ya no estaré aquí”.

Yo me fui definitivamente de Venezuela el 7 de octubre de 2013, ella se fue de este mundo menos de tres meses después.

Hoy la honro preparando este dulce tan venezolano como ella. La recuerdo, la vivo, la oigo y hasta me acompaña en la mesa cuando lo saboreo. Te quiero mi viejita, gracias por una vida entera llena de amor. 

Ayer cuando «dábamos paleta» al dulce mi madre y yo decíamos «estará la Señora Celsa sonriendo de vernos…». 

Cuando la gente me pregunta cómo es que me meto en estos líos de la cocina yo trato de explicarles que yo con la cocina viajo, abrazo a mis afectos, me traslado a otros tiempos, a momentos de mi vida muy felices que me niego a despedir para siempre. Este es un ejemplo de esos momentos.

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